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jueves, 18 de octubre de 2012

Me pierdo en sus ojos. En sus inmensos ojos. Tan profundos que me hacen temblar con sólo mirarle. Que hacen que no pueda concentrarme y que empiece a tartamudear, a sentirme completamente inútil. Su sonrisa y sus ojos hacen que me pierda. Sus ojos que atrapan, cuando conectan con los míos, ninguno de los dos puede dejar de mirarse el uno al otro. Es como un extraño imán. Es extrañamente agradable perderme mirándolos, de verdad. Esos momentos, aunque duran sólo unos minutos, a veces incluso menos, haría lo que fuera por alargarlos infinitamente.

domingo, 7 de octubre de 2012

—¡No llegues tarde!—escuchó decir a su madre antes de dar un portazo y bajar las escaleras de dos en dos hacia la calle. 

Llevaba su chaqueta favorita, esa que no era muy gruesa, pero que la mantenía caliente. Estaba nerviosa, y el ambiente de la calle la ayudó un poco a relajarse.
Fue al parque en el que iba a tener lugar su encuentro. Todavía quedaba un cuarto de hora, aligeró el paso y se acercó al lago que había allí.
Alrededor de este habían esparcidos aleatoriamente bancos, escogió ese que tanto le gustaba, y se sentó.
Se preguntó si él vendría, lo dudaba, las cosas últimamente se habían complicado entre ellos.
Al observar el paisaje se serenó un poco. "Tranquila", se dijo, "todo irá bien".
Su mirada se fijó en el gran árbol que tenía a su derecha, era mágico, parecía hecho de oro, con millones de hojas doradas, todavía presas  de sus ramas. Dos pájaros juguetearon sobre el lago, y una fría brisa removió su larga cabellera, instintivamente rodeó su cuerpo con los brazos, y con sus manos ya frías subió la cremallera de la chaqueta hasta el cuello.
Cada minuto que pasaba, más nerviosa estaba. "No vendrá", decía continuamente, pero deseaba con todas sus fuerzas que pasara lo contrario ya que aquel encuentro, el hecho de que él fuera, decidiría su futuro.
Otra vez ese aire frío hizo que unas cuantas hojas doradas, ya libres, volaran en todas direcciones, formando parte de la alfombra de oro que se iba formando poco a poco en el parque.
Se acabaron los días calurosos de verano, ese Sol abrasador. "Llegó otoño, y con él, la tristeza". Cada vez estaba más segura de que aquel otoño sin él iba a ser insoportable. Miró su reloj, ya había pasado la hora, había quedado con él hace cinco minutos, y sin embargo... "No ha venido". 
Se levantó del banco, descompuesta.
Y a continuación todo pasó muy rápido. Hojas crujiendo. No le dio tiempo ni a girarse, alguien la estaba abrazando por detrás. Y sabía quién era ese alguien. Reconocería ese perfume hasta a kilómetros de distancia. 

Has venido—susurró ella.
Por supuesto, ¿qué te pensabas?—respondió él, todavía abrazándola.
Una sonrisa se dibujó en la cara de la joven.