Y mírame, aquí sigo, igual que me dejaste, destrozada y con sueño,
como un niño que tira a un rincón el juguete del que se ha aburrido.
Dentro de mi no queda más que hielo y un frío viento
que sopla con cada latido de mi lento y helado corazón,
aquel que creía que se iba a romper en mil pedazos cuando te fuiste,
sin embargo aquí está, y sigue funcionando, aunque tres veces más lento
e igual de somnoliento que yo.
Porque dormir ya no puedo.
Ya que dormir me recuerda a ti,
a aquellas veces que me quedaba dormida en tu pecho,
escuchando tu lento y tranquilo corazón,
soñando,
cosa que tampoco puedo hacer ya.
No desde que no estás.
No dejes que esto que llevo dentro acabe conmigo.
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